El poder de los márgenes: juventud, participación y Estado de Derecho en la Europa democrática
Europa ante la desafección generacional
En pleno corazón de la Unión Europea, donde los tratados fundacionales garantizan democracia, derechos fundamentales y el respeto al Estado de Derecho, se extiende una profunda sensación de agotamiento institucional. La desafección ciudadana y la polarización crece, pero de forma desproporcionada entre los más jóvenes. Populismos y extremismos avanzan, mientras el relato democrático pierde frescura, épica y conexión emocional. Un simple gesto cotidiano como encender el televisor y escuchar las noticias basta para sentir, sin filtros, la tensión que atraviesa nuestras democracias. Insultos cruzados, gritos en el Parlamento, desinformación en redes, discursos vacíos, y una creciente falta de respeto mutuo. La polarización no es ya una amenaza latente: es una realidad que fragmenta el diálogo, socava el consenso y alimenta el desencanto.
En las elecciones europeas más recientes, los niveles de abstención juvenil siguieron siendo alarmantes en varios Estados miembros, a pesar de los esfuerzos por fomentar la participación. Según un análisis de FEPS, en las elecciones europeas de 2024 solo el 36 % de las personas menores de 25 años con derecho a voto participó, lo que representa una disminución del 6 % respecto al 42 % registrado en 2019[1]. La falta de representación y la sensación de que “nada cambia” alimentan una brecha generacional que ya no es solo simbólica: es estructural. Una brecha que cuestiona la legitimidad no solo del proyecto europeo, sino también de instituciones globales como la Organización de las Naciones Unidas, concebidas tras la Segunda Guerra Mundial con la promesa de preservar la paz y proteger los derechos humanos. Sin embargo, esa promesa parece cada vez más frágil: en 2024, el mundo registró más de 56 conflictos armados activos, la cifra más alta desde 1945, según el último informe de las Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible[2].
Hablar de participación juvenil no es una cuestión de moda ni de cuota institucional: es una cuestión de legitimidad democrática. El artículo 2 del Tratado de la Unión Europea establece que "la Unión se fundamenta en los valores de respeto a la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto a los derechos humanos". Pero estos valores no pueden sostenerse si una parte significativa de la ciudadanía, la juventud, no se siente parte activa ni se involucra en el proceso democrático.
El riesgo no es solo institucional. Es cultural, generacional y político. Una democracia que no dialoga con sus generaciones más jóvenes está condenada a cometer los mismos errores del pasado, incapaz de evolucionar, de avanzar y de regenerarse.
Juventud europea: entre la apatía y la pasión silenciada
Es habitual afirmar que la juventud está “desconectada” o que simplemente no le gusta la política. Que no se informa, que no vota, que no participa. Lo cierto es que las formas tradicionales de hacer política deben adaptarse y diseñarse para los nuevos lenguajes, las nuevas necesidades ni los nuevos tiempos que exige la juventud.
Lo que suele interpretarse como desinterés es, en muchos casos, una reacción ante el cinismo institucional, la falta de resultados tangibles y la representación simbólica sin poder real. n muchos Estados miembros, la juventud carece de canales eficaces para ejercer su derecho a influir en los asuntos públicos, a pesar de que informes recientes como el Youth Progress Index del European Youth Forum o estudios de la OCDE alertan sobre los obstáculos estructurales que enfrentan los jóvenes para participar en la vida cívica y política [3]. A pesar de que la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE reconoce en su artículo 12 el derecho a la libertad de reunión y de asociación, este se ve limitado por la precariedad, la brecha digital o la falta de espacios seguros y significativos.
Un ejemplo revelador de lo que ocurre cuando se interpela de verdad a la juventud fue la elección del nuevo papa León XIV. Contra todo pronóstico, millones de jóvenes en Europa, creyentes y no creyentes por igual, siguieron el cónclave en streaming, comentaron en redes, hicieron apuestas y debatieron sobre los nombres favoritos como si se tratara de una final de Champions. León XIV fue recibido como una figura cercana, moderna, capaz de conectar. Las plazas se llenaron, los perfiles se volcaron en contenido religioso, y por un momento, algo que parecía lejano se convirtió en fenómeno colectivo. Lo que la política institucional no consigue generar desde hace tiempo, comunidad, relato, emoción compartida, la elección de un nuevo papa, al menos en ese momento, sí supo catalizar-
Estado de Derecho: más que normas, también vínculos
El Estado de Derecho no puede reducirse a la existencia formal de leyes. Implica también garantías procesales, separación de poderes, acceso efectivo a la justicia y una ciudadanía informada, consciente y activa. Así lo recoge la Comunicación de la Comisión Europea sobre el Refuerzo del Estado de Derecho en la UE y su Rule of Law Report, que en su edición de 2024 alerta sobre retrocesos sistemáticos en algunos Estados miembros[4].
El artículo 10 del Tratado de la Unión Europea consagra el principio de democracia representativa, y el artículo 11 del mismo tratado insta a las instituciones a mantener un diálogo abierto, transparente y regular con la sociedad civil. A su vez, el artículo 165 del TFUE reconoce el papel crucial de la juventud en la vida democrática y promueve el intercambio de buenas prácticas entre Estados miembros.
Sin embargo, las estructuras para garantizar esa participación están obsoletas o no son suficientes. El derecho a participar en la vida pública (reconocido también en el artículo 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en el artículo 39 de la Carta de Derechos Fundamentales) pierde eficacia cuando no hay espacios reales de decisión, presupuestos propios o posibilidad de incidencia estructural. Sin vínculos, sin voz, sin reconocimiento, el Estado de Derecho se convierte en un andamiaje vacío para las nuevas generaciones.
Frente a esta arquitectura limitada, Mariana Mazzucato propone una visión radicalmente distinta: la del Estado como agente emprendedor, capaz de co-crear valor junto a la ciudadanía, en lugar de limitarse a corregir fallos de mercado o garantizar procedimientos. En su obra El Estado Emprendedor, Mazzucato defiende un modelo en el que las instituciones públicas asuman riesgos, lideren misiones transformadoras y trabajen mano a mano con actores sociales diversos para definir el rumbo de la sociedad. Aplicado al ámbito del Estado de Derecho, esto supone pasar de un Estado que “informa” o “consulta”, a uno que co-crea políticas públicas con jóvenes, colectivos vulnerables y movimientos ciudadanos[5].
El verdadero Estado de Derecho del siglo XXI no se mide solo por la solidez de sus leyes, sino por su capacidad de generar confianza, pertenencia y corresponsabilidad. Co-crear no es una moda: es una estrategia institucional para regenerar vínculos democráticos desde la raíz.
De la desconexión a la desafección: caldo de cultivo para el extremismo
Cuando los marcos normativos no se traducen en oportunidades reales ni en mejoras tangibles en la vida de las personas, especialmente de los sectores más jóvenes, la confianza en las instituciones tiende a debilitarse. Esta desconexión entre expectativas democráticas y experiencias cotidianas genera un espacio de desafección que puede ser instrumentalizado por discursos políticos excluyentes.
En los últimos años, el crecimiento de movimientos nacionalistas en Europa y otras regiones evidencia esta tendencia. En países como Hungría, Polonia o Italia, formaciones políticas críticas con el modelo liberal europeo han llegado al poder, promoviendo reformas que han sido objeto de procedimientos de infracción y alertas por parte de la Comisión Europea y del Parlamento Europeo. En otras regiones del mundo, como India, Turquía o Estados Unidos, la retórica nacionalista ha calado en sectores sociales que se sienten desatendidos por las estructuras políticas tradicionales. En muchos casos, estos discursos simplifican problemas estructurales complejos, apelando a identidades nacionales tradicionales, la seguridad como valor central, y la recuperación de una supuesta estabilidad pasada.
En este contexto, la juventud, muchas veces expuesta a la precariedad laboral, la desigualdad y la falta de perspectivas de futuro, puede convertirse en un público especialmente vulnerable a este tipo de narrativas. La promesa de “defender lo de siempre” se presenta como una solución frente a la incertidumbre, aunque implique una pérdida de derechos o un retroceso en estándares democráticos.
Frente a este escenario, fortalecer el Estado de Derecho no puede reducirse a proteger instituciones existentes. Es necesario ampliar el enfoque: renovar los marcos participativos, diversificar la representación política y promover un nuevo contrato social basado en la inclusión, la transparencia y la corresponsabilidad.
5. Arquitecturas para la co-gobernanza intergeneracional
La buena noticia es que, cuando se abren espacios reales, la juventud responde. Y no solo responde: innova, transforma, lidera. En Helsinki, Lisboa o Barcelona, los presupuestos participativos juveniles han generado propuestas valientes, inclusivas y viables. La legislación local ha sabido adaptarse para darles voz y voto reales.
Francia, por ejemplo, ha implementado el Conseil National de la Jeunesse, un órgano asesor de jóvenes que participa en decisiones de alto nivel político. En Alemania, los Jugendparlamente permiten a jóvenes debatir y trasladar propuestas directamente a los gobiernos locales. En Bélgica, el Youth Forum actúa como interlocutor legal entre la juventud y el gobierno federal, con capacidad de emitir dictámenes vinculantes.
En España, comunidades como Euskadi o Cataluña han desarrollado planes estratégicos con ejes específicos para la participación juvenil, incluyendo mecanismos de evaluación y rendición de cuentas. A escala estatal, la plataforma Talento para el Futuro, en la que he tenido la oportunidad de participar, impulsa la incidencia política de jóvenes a través del diálogo estructurado con instituciones. Iniciativas como Mujeres al Frente —en cuya segunda edición tuve el privilegio de participar, en colaboración con la Embajada de Alemania [6]— visibilizan el liderazgo transformador de jóvenes en contextos vulnerables. Estas experiencias demuestran que el talento joven no requiere tutela ni condescendencia, sino oportunidades reales para incidir, construir y liderar.
Regenerar la democracia desde abajo
Regenerar la democracia europea no consiste solo en reformar tratados o sancionar a los infractores del Estado de Derecho. Consiste en repolitizar lo cotidiano, en devolver a la ciudadanía, especialmente a la más joven, la capacidad de imaginar, decidir y transformar.
El futuro institucional de la UE depende de que sepamos activar su dimensión cívica. Reformas como el voto a los 16 años en elecciones europeas, cuotas generacionales en órganos consultivos, fondos dedicados a proyectos liderados por jóvenes o incluso la creación de un Parlamento Juvenil Europeo permanente no son propuestas idealistas: son medidas urgentes.
La imaginación institucional es tan importante como la arquitectura legal. Necesitamos normas que habiliten, espacios que acojan, procesos que escuchen. Porque los márgenes de hoy pueden ser el centro de mañana.
Espacios como Talento para el Futuro nos recuerdan que no todo está perdido. Que hay jóvenes que proponen, lideran, desafían. Que no se conforman con heredar instituciones vacías. Escuchar sus voces no es solo un deber democrático: es una oportunidad de reconstruir Europa con más coraje, más justicia y más verdad.
Porque, al final, la regeneración democrática se construye. Con confianza, con voluntad política y con una ciudadanía que no solo obedece normas, sino que las transforma. Europa quiere seguir siendo un proyecto de futuro, y para ello debe abrirse a quienes ya lo están habitando desde los márgenes: las voces jóvenes y diversas que no piden permiso, sino lugar. Reconstruir Europa requiere valentía, pero también diseño institucional, voluntad política y un reconocimiento genuino de que la legitimidad se construye desde abajo.
por
Minerva Cano Domínguez 01/08/2025
[1] Foundation for European Progressive Studies (FEPS), Youth Turnout in the 2024 European Elections: A Closer Look at the Under 25 Vote, publicado en julio de 2024. Disponible en: https://feps-europe.eu/youth-turnout-in-the-2024-european-elections-a-closer-look-at-the-under-25-vote
[2]United Nations,The Sustainable Development Goals Report 2025, New York, 2025. Disponible en:https://unstats.un.org/sdgs/report/2025
[3] European Youth Forum (2023). Youth Progress Index. Available at: https://www.youthforum.org/youth-progress-index
[4] European Commission (2024). 2024 Rule of Law Report – The Rule of Law Situation in the European Union. Available at: https://commission.europa.eu/publications/2024-rule-law-report_en
[5] Mazzucato, Mariana. El Estado emprendedor: Mitos del sector público frente al privado. Barcelona: RBA, 2020.
[6] Talento para el Futuro, Mujeres al Frente – Edición Especial, disponible en: https://talentoparaelfuturo.com/mujeres-al-frente-edicion-especial/
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